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JAULA SIN PUERTAS

Elizabeth Echevaria

Se oye el canto mañanero del pitirre

Como una diana en la ventana del balcón

Mientras se cuelan rayos radiantes del rubio sol

Acariciándome con pinceles de fulgor.

Miro a lo lejos, donde el monte se levanta

Rozando el cielo con sus crestas;

¡Qué orgulloso parece el monte!

¡Caballeroso y galán recibiendo al alba!

Allí, muy cerca, verde la guaba, verde el guamá,

Verde el roble y el flamboyán.

Todo verde. ¡Verde! ¡Verde!

Verde como fuera la esperanza de mi Patria

De una tierra que llora sangre,

Sangre de infamia, de estrechez,

De impotencia y de miseria.

¿Qué el monte está orgulloso? ¡Mentira!

El monte gime. Gime de espaldas al sol,

Gime de luto y dolor.

Por el engaño, por la traición.

Aun es el día, el día que el monte llora

Con lágrimas de crisol.

Empañado de temor,

Con el pecho apretado

En una guerra sin lucha,

Ahogando su sollozo en un silencio de horror.

¡Ay, Señor!

Si la luna ya no brilla con aquel brillo de grandeza

Ya no sonríe como ayer.

Y las estrellas están tan quietas...

Ya no titila la estrella mía, mi favorita.

Está tan lejos, lejos, ¿Por qué?

Es que la Tierra huele a sangre, a sangre vieja,

Sangre olvidada. Maldita

Por los cobarde que no se atreven a defenderla.

Y el cielo mudo que la contempla

Ve que la Patria está aprisionada

En una mezquina jaula sin puertas.

Se cierra suave la triste puerta de la mirada

No quiero ver el monte encorvado en su protesta

Ni los barrancos heridos,

Ni la mordaza en las piedras.

Ni los ríos en su llanto, derramando sangre negra,

Ni el silencio de las peñas,

Ni los llanos anegados por el lloro de las montañas,

Donde no florece ya la verde-azul esperanza.

Siento el dolor de la madrugada

En que mi Tierra fue masacrada

Tomada presa

Hecha cautiva y enjaulada...

Calla el pitirre. Su canto cesa.

Y casi siento sus alas irse a otra floresta.

¡Pobre pitirre!  No le comprenden.

¿Qué nadie sabe por qué él ataca,

Con tal violencia al guaraguao cuando lo asecha?

Al menos guardan aun sus alas la fortaleza

Y va en su canto proclamando su tristeza,

Volando al cielo,

Tras una puerta que le liberta...

Ya nada queda.

Solo esperar otra primavera.

Soñar despierta.

Ver que aparece nueva alborada sobre la cresta

Para que el monte pueda lucir su verde en fiesta;

Brille la luna, sonría contenta.

Que las estrellas titilen siempre doraditas,

Que en el azul del firmamento vuelva la mía,

Diáfana y clara a coquetear.

Que mi pitirre vuelva a trinar, vuelva a cantar

Alegres notas sin atacar.

Que el guaraguo tras la justicia pueda marchar.

Y que en la jaula que nos encierra

Puedan abrirse puertas eternas

Hacia el jardín de la libertad.